jueves, 3 de mayo de 2012

Lago Titicaca (Bolivia)

Siempre me hizo mucha gracia el nombre de este lugar. Mis hermanos y yo nos culturizamos leyendo tebeos de Mortadelo y Filemón, y muchas veces acababan sus desastrosas aventuras ocultándose en este remoto lago peruano-boliviano. Quizás por esta razón no pude evitar sonreír al ver como atravesaban los autobuses la distancia entre las dos orillas.
Desde Copacabana (no confundir con la de Brasil), una pequeña y turística ciudad boliviana, se tiene la posibilidad de iniciar excursiones al interior del lago. Se visitan dos islas, la Isla de la Luna y la Isla del Sol, que fueron lugares sagrados de los Incas. La imagen de los Andes nevados en el horizonte resulta impresionante.
Horas navegando por un océano de agua dulce, con un sol abrasador y el vaivén de las olas. La Isla de la Luna cuenta con un templo dedicado a las mujeres vírgenes. Allí recibían una educación y un trato diferente al resto. Tranquilos, no las sacrificaban. Para eso estaban las llamas.
El lago Titicaca es uno de los lugares sagrados de los Incas, al igual que el Machu Picchu, pero hoy en día son destinos abarrotados de turistas y jóvenes mochileros. Por esta misma razón pierden un poco el misticismo que deberían transmitir. Es difícil encontrar un sitio apartado para disfrutar de los sonidos o para contemplar las vistas sin ningún tipo de interrupción. En la Isla del Sol tienes que caminar mucho para poder sentirte a solas con la naturaleza y poder apreciarla en todo su esplendor.
Resulta curioso pensar en las razones que llevaron a los Incas, acostumbrados a las montañas, a habitar estos lugares. Aquí tenían pesca, tranquilidad y menos frío, aunque el lago está a más de tres mil metros de altitud. Trato de ponerme en el lugar de los primeros conquistadores españoles que llegaron hasta aquí y descubrieron tal inmensidad de agua entre colosos de piedra.
La noche cae sin avisar cuando regresamos a Copacabana. Tengo la cara quemada por el sol y el viento, como un marinero inexperto. Con cierta pena por no haber podido sumergirme en la profundidad del lago ni de su historia. Demasiada presencia humana en busca de diversión, botella de vino en mano. El Perú será el próximo destino. Estoy seguro de que el Machu Picchu no me decepcionará. Los dioses, en sus altares, lo dirán.

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