Es la otra Argentina. La que no tiene prisa. La que no cambia con el tiempo. La que parece estancada entre cerros y quebradas de colores. La Argentina más auténtica, donde apenas preocupa lo que sucede en el resto del mundo. Donde lo inmutable es un acontecimiento. Donde los sentidos despiertan ante la naturaleza más agresiva y las gentes más amables. Donde los cactus dominan la tierra con pacíficos ejércitos.
Si cierras los ojos un momento, al abrirlos, las montañas que antes contemplabas, aliadas con el sol, han cambiado de color. Elevadas hasta superar las nubes, las quebradas del Toro, de Humahuaca o de las Flechas, abruman con su presencia. En sus cimas la respiración se convierte en un privilegio. En sus valles Calchaquíes el aliento se contiene ante el espectáculo visual.
Salta y Jujuy pertenecen a la parte humilde de Argentina, al pie de los Andes. La mayoría de sus habitantes, argentinos indígenas, heredaron de los incas unos paisajes únicos. Perseguidos y maltratados durante siglos, todavía hoy son marginados por los descendientes de los europeos llegados a sus tierras mucho tiempo atrás. A ellos pertenece este lugar.
Purmamarca, Tilcara, Cachi y Los Molinos. Unidos por caminos imposibles, al pie de las quebradas o en mitad de los valles, son pueblos de otra época. Aislados del progreso y de la maquinaria del turismo, sobreviven con productos de la tierra y artefactos inclasificables.
Llamas, guanacos, vicuñas, zorros y burros silvestres. Una curiosa fauna aparece entre los arbustos mientras observas un lago blanco, mientras miras hacia las montañas o te acercas a algún cerro para contemplar la caída de las nubes sobre el valle.
Podría no acabar nunca de describir este lugar. Podría mostrar imágenes hasta cansarme. Podría hablar hasta que mi boca quedara seca como las tierras que he pisado. Tierras que son propiedad del tiempo, de quien las trabaja. Un poema de Fortunato Rojas, poeta de Jujuy, como punto final. Argentina, tomá ejemplo.
NO TE RIAS DE UN COLLA
No te rías de un colla que bajó del cerro,
que dejó sus cabras , sus ovejas tiernas, sus habales yertos;
no te rías de un colla, si lo ves callado,
si lo ves zopenco, si lo ves dormido.
No te rías de un colla, si al cruzar la calle
lo ves correteando igual que una llama, igual que
un guanaco,
asustao el runa como asno bien chúcaro,
poncho con sombrero, debajo del brazo.
No sobres al colla, si un día de sol
lo ves abrigado con ropa de lana, transpirando entero;
ten presente, amigo, que el vino del cerro, donde
hay mucho frío,
donde el viento helado rajeteó sus manos y partió
su callo.
No te rías de un colla, si lo ves comiendo
su mote cocido, su carne de avío,
allá, en una plaza, sobre una vereda, o cerca del río;
¿menos! Si lo ves coquiando por su Pachamama.
El bajó del cerro a vender sus cueros,
a vender su lana, a comprar azúcar, a llevar su harina;
y es tan precavido, que trajo su plata,
y hasta su comida, y no te pide nada.
No te rías de un colla que está en la frontera
pal lao de la Quiaca o allá en las alturas del abra del Zenta;
ten presente, amigo, que él será el primero
en parar las patas
cuando alguien se atreva a violar la Patria.
No te burles de un colla, que si vas pal cerro,
te abrirá las puertas de su triste casa,
tomarás su chicha, te dará su poncho,
y junto a sus guaguas, comerás un tulpo
y a cambio de nada.
No te rías de un colla que busca el silencio,
que en medio las lajas cultiva sus habas
y allá, en las alturas, en donde no hay nada,
¡así sobrevive con su Pachamama!
FORTUNATO RAMOS
Sin palabras...
ResponderEliminarVer estos lugares te hace pequeño, te obliga a ser humilde.
Felicitaciones por la redacción, me encanta.
totalmente deacuerdo con Alicia.........
ResponderEliminarboquiabierta me he quedado.......
Me alegro de que estes disfrutando de la aventura.Estas recorriendo lugares donde la naturaleza es protagonista en todo su explendor, las fotos son reflejo de ello.
ResponderEliminarPero seguro que tambien habras conocido a gente y habras tenido bonitas y no tan bonitas vivencias,sería bueno que las compartieras con nosotros, que estamos inmersos en la rutina.