viernes, 13 de abril de 2012

Sumaq Urqu (Cerro Rico), Potosí.

Oscar para los visitantes. "Cututu" dentro de la mina. Una enfermedad pulmonar le sacó del interior del Cerro Rico hace unos años. Hoy día continúa bajando a diario hasta el cuarto nivel para mostrar a los turistas como trabajan sus compañeros. Desde 1545 hasta nuestros días. Desde la llegada de los conquistadores españoles, que exterminaron a indígenas y a esclavos africanos para sacar plata de las entrañas de la tierra, se trabaja de la misma manera. Con las manos desnudas, con la ilusión efímera de un futuro mejor.
Un pastor quechua, descansando una fría noche al pie del cerro, encendió una pequeña hoguera para calentarse. Ante sus ojos aparecieron hilillos de plata, fundidos por el calor del fuego. Unos días después el capitán español Juan de Villarroel tomó el cerro en posesión. A sus pies se fundó la ciudad de Potosí.
Por la cantidad de 100 bolivianos (10€) compras un boleto al infierno. Durante dos horas se tiene la oportunidad de viajar al pasado, de retroceder varios siglos y poder ver y recrear en tu imaginario las condiciones infrahumanas que soportaban los mineros, obligados a nacer y morir en el interior de la mina. Hoy trabajan por voluntad propia, pero siguen siendo esclavos de países como China, Inglaterra o Japón. Su trabajo y esfuerzo sirve para hacer ricos a otros.
Un pequeño túnel se abre ante nosotros. Somos un reducido grupo de tres personas y el guía, Cututu, nos dice que es mejor. Los grupos grandes pueden perderse o abandonar con mayor facilidad. Antes del descenso hemos realizado un ritual para estar protegidos. Un trago de alcohol puro, de 96 grados, nos abrasa la garganta pero nos da valor. Un puñado de hoja de coca, masticado y conservado en la boca, nos permitirá respirar con mayor facilidad. - Si creéis en algún dios, rezad ahora - nos indica Cututu.- En la mina ya nadie os protegerá. Allí Dios no existe - sentencia.
El casco impide que me abra la cabeza. La escasa luz de la linterna frontal no ha sido suficiente para señalar un saliente en la galería. - Caminad como monos, agachados y moviendo el cuello a un lado y al otro - nos grita el guía. Calor, humedad, falta de oxígeno. La mina está a casi 5000 metros de altura. De pronto la temperatura baja. Los pasillos se estrechan, te arrastras por el suelo, desciendes de forma vertical. Los músculos se quejan cuando encuentras un filón de plata sobre ti. Varios mineros te observan con el ceño fruncido. Estás en su terreno. Están trabajando por turnos de hasta 24 horas. Les entregas agua, coca e incluso dinamita. Su paga no les permite esos caprichos y agradecen tus ofrendas. No tomo fotos. Se merecen todo mi respeto. Nos piden ayuda y durante unos minutos nos ponemos en su lugar. Varias paladas, empujar un vagón con carga o tapar con piedras un hueco. Sus cuerpos están al límite y nuestra insignificante ayuda supone para algunos de ellos unos minutos de paz, de vida. Estamos agotados pero continuamos. Por el camino vemos varios grupos de turistas rotos. Han decidido no continuar y esperan sentados a recobrar el aliento. Se ha hecho tarde para llegar a la zona de detonaciones. Es el lugar más profundo de la mina y los trabajadores comienzan a salir para volver a sus casas. Algunos permanecerán toda la noche sacando más mineral. Un grupo de chicos nos pide ayuda para mover unas maderas que obstruyen el paso. No tienen más de 18 años. Sonríen al vernos, no pierden la alegría. Tras el esfuerzo, paramos para respirar. El calor, cercano a los 45 grados, te paraliza. - Te encuentras bien, jefe?- pregunta un muchacho. - Te has ganado su respeto - indica Cututu. Mi compañero de aventura sonríe y echa un trago de agua. Dejamos varias botellas atrás. Todavía les queda trabajo por hacer.
Comienza el ascenso. Aceleramos el paso. Baja la temperatura, el aire fluye. Cututu nos detiene ante una extraña imagen. Es "El Tío" de la mina. Es el protector de los mineros, junto con la Pachamama. Pero ella apenas tiene poder allí. Nos cuenta que la mayoría de los visitantes conocemos más de la historia del Cerro Rico que los propios mineros que allí trabajan. Nos pide, con emoción en su rostro y la voz quebrada, que contemos a todo el mundo lo que hemos visto, lo que hemos vivido. Avanzamos. Una tímida luz se ve a lo lejos. Nos apartamos bruscamente ante el paso de un vagón cargado de plata. Salimos. Nunca antes agradecí tanto ver el sol. Los mineros volverán mañana, nosotros sólo en nuestros recuerdos. Gracias Cututu por tu generosidad , por tu paciencia y tus palabras. Buena suerte, amigo. Gracias "Tío" por cuidar de nosotros. Gracias sol por dejarte ver cada mañana.

3 comentarios:

  1. PUUfff!!!valla vida!!
    Y nosotros,nos quejamos...

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  2. Joder!!!! vaya aventurita......tendrás q volver pronto, pq a este paso a saber q acabarás haciendo..... :)

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  3. Has pasado de estar en la cima de las montañas, a las entrañas de la tierra, experiencias muy dierentes.
    ¿Qué te queda por conocer?

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