domingo, 11 de marzo de 2012

Castillo y playa de Niebla

Hoy es un día extraño. 
Hace un año, el mismo océano Pacífico que ahora contemplo y respiro, se llevó innumerables vidas en Japón.
En Madrid, hace ocho años, la mente humana ideó la brutal muerte de docenas de personas que se encaminaban a sus trabajos o estudios.
Hoy, 11 de marzo, miles de personas se han manifestado en mi país. Reclaman no perder los derechos laborales y sociales que tanto sudor y sangre costó conseguir a nuestros padres.


Hoy me encuentro en Niebla, en la costa chilena. Hace un día gris y la playa está tan solitaria como quien escribe estas letras. Tiempo gris para un día gris. Un perro tuerto se me acerca y comparto con él un trozo de empanada de carne. También tiene cara triste.
Un rayo de luz se esfuerza para abrirse paso entre las nubes. Se agradece el calor y la luz.



En la playa, unos rostros esculpidos en las rocas dan un punto de misterio a este apartado lugar. Los que tienen los ojos abiertos están condenados a mirar hacia el mar por toda la eternidad. El que los tiene cerrados trata de olvidar el tsunami que arrasó estas tierras en 1960. Fue un 22 de mayo. 


 Siglos atrás este lugar fue terreno militar. Puesto estratégico en el tráfico marítimo. Dos fortalezas, a cada extremo de la Bahía de Corral, controlaban los movimientos de los barcos.
Hoy, 11 de marzo, veo corretear a varios niños entre los restos de la fortificación. Entre los restos de una antigua violencia. Vuelve a salir el sol.









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