miércoles, 20 de junio de 2012
Barranco, Lima (Perú).
Lima es inmensa. Más de ocho millones de almas despiertan a diario en sus hogares. Por su área metropolitana circulan miles de vehículos, contaminando una ciudad bastante limpia, por cierto. Sedes bancarias, hoteles y empresas ocupan buena parte del paisaje de la capital. Entre tanto ajetreo se encuentra el barrio de Barranco. Más parecido a un pueblo dentro de la gran urbe, se asoma al Pacífico desde los miradores que ofrecen sus múltiples acantilados. Artistas y vida nocturna, un buen lugar para perderse una temporada.
La Iglesia-ermita de Barranco, con su cúpula medio derruida y los gallináceos posados sobre la cruz. El paseo entre restaurantes hasta el mar, con sus jaladores gritando lo buenos que están unos anticuchos a la parrilla (corazones de vete a saber que animalillo) o chicharrón de pescado. Las casitas pintadas por artistas anónimos que llenan de color la calle Cajamarca. Los hombres orinando en mitad de la acera, deporte nacional en el Perú, por lo que se ve.
Casonas coloniales que esconden en sus interior auténticos museos o galerías de arte, tiendas de artesanía o cafés bohemios. Todo ello contrasta con el ruido exterior, con los taxistas dándole al claxón para advertir al pobre caminante de que están desocupados, de que te van a atropellar en un paso de cebra o de que no saben que hacer con sus manos (yo se las cortaba, sin duda). Destacar la escasa ocupación de cadenas multinacionales en la zona. Un solitario Starbucks apenas llama la atención entre tanta oferta local.
El barrio en sí es un acontecimiento. Los colores te sorprenden en cada esquina con murales diversos. Pequeños mercados de frutas, donde puedes tomarte una chicha morada, si tienes valor, o volverte loco para elegir entre la enorme variedad de panes y pastelillos. Eso sí, con paciencia, porque al limeño le importa un carajo que lleves tres horas esperando. No respetan los turnos, vamos, que ni te miran cuando entran. Maleducados hasta el extremo, no me cuesta nada decirlo. Aunque tampoco se puede generalizar.
Y no les preguntes como ir a algún lado...jamás llegarás al sitio deseado.
Barranco tiene otro ritmo. Camina despacito, despreocupado, esperando la caída del sol en la costa. Barranco tiene música, tiene vida. Sus gentes definen el barrio, se mueve al compás de sus pasos. Ante tanta calma siempre puedes aceptar la oferta del tipo vociferante de la puerta de un garito y beberte un pisco sour de cortesía.
Alguien que conozco tuvo roces hace tiempo con algunos peruanos. Le entiendo porque son algo difíciles, nada accesibles. Pero con uno de estos en la mano, seguro que no habría tenido tantos problemas. Por si alguien se anima a probarlo: http://www.mis-recetas.org/recetas/show/911-pisco-sour-peruano
Han sido tres bonitas semanas en Lima, donde he pasado buenos momentos que quedarán en mi mente para siempre. Barranco será siempre especial, por sí mismo y por lo allí vivido. Aunque no creo que eche de menos la neblina constante ni la humedad del ambiente. Ni al chino con cara de zombie de la tienda de la esquina. Pero sí los pasteles de dulce de leche, los atardeceres y un buen pisco.Perú, donde todo es posible.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me ha gustado lo que has escrito... y comparto lo de los "malos modales" de determinada gente... Es lo que hay.
ResponderEliminarUn abrazo!
Es interesante que puedas haber visto esa diferencia que hay en Barranco con los otros distritos (ayuntamientos) de Lima. Es un pueblo que se asemeja a un isla en medio de la ciudad, el cual se vive recorriéndolo a pie y eso nos gusta a los Barranquinos.
ResponderEliminarUn saludo
Gonzalo